Un lunes de marzo (2018)

Era lunes, era marzo, más precisamente el cuatro de marzo. Alrededor de las cuatro de la tarde y tenia que irme pronto, tenía que ir a entrenar y era la oportunidad indiscutible de ganar más minutos de los que solía tener en el terreno de juego. Pero ahí estaba ella, mirando con su cara de querer aprender, esa cara de conquistar el mundo que siempre la ha caracterizado, motivada porque su nueva vida era algo que siempre había contemplado, su cara hermosa, su hermoso hoyuelo en la mejilla y su iconico lunar. No dude mucho, me despedí de ella sin mediar palabra alguna, solo que lo hice de una forma abrupta: con un beso en su boca. 

Por cosas del azar y del destino deje parte de la indumentaria ahí, en el reactor de sueños, oficina de no más de tres metros cuadrados, en la cual propusimos, construimos, armamos, discutimos, pensamos, en fin solucionamos los problemas de la humanidad más de una vez. Al cabo de volver a verla, no pude contenerme y volví a despedirme con un beso, de nuevo en su boca. Era la primera vez que lo intentaba y el mismo día lo había conseguido dos veces, bajaba al campo de entrenamiento con la cabeza perdida si en algún momento ella me iba a reclamar. Pero no, sus labios y su piel canela se convirtieron en una suave manta de aceptación, la cual dijeron que también quería que sucediera eso.


El viernes anterior, el primer día de marzo, íbamos juntos en el bus, algo incómodos pero yo iba perdido en su boca, me cautivaba. Llegué a pensar que le había incomodado, de tal manera que inmediatamente después de despedirme le envié un mensaje ofreciendo disculpas si había generado molestias. Molestias que quizás debió percibir ese miércoles veintitrés de enero cuando llego al reactor de sueños en busca de aprovechar al máximo su estancia allí. Miércoles, por el cual yo tenía compromisos, tenía que entregar informes y deje de lado lo mío por ella, como lo hice y hago mientras la vida me lo permita.

Han pasado varios días y varias noches desde que no siento esa alegría, momento en los cuales no creo que pueda repetirse o rememorar momentos tan bonitos y especiales como lo son para mi. Lo único que le pido a la vida es que algún día esa casa sin paredes y solo cristales se haga realidad. Algún día que un ingeniero loco decida ser tan feliz como lo decidió en ese momento.

Ese primer lunes de marzo fue el génesis de quizás la historia más bonita que yo pueda contar, de una montaña rusa de emociones que no puedo callar. Ese primer lunes de marzo llego a mi vida ese momento de felicidad que este cuatro de marzo cumple un lustro y sigue vigente como por aquellos días. Hoy comparto mi más grande orgullo, y es ese recuerdo que nació un lunes de marzo.

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