Un billete del otro lado del mundo (2021)

 Cada recorrer que me ha dado esta experiencia de estar viviendo lejos de mi familia, ha traído consigo mucha historias que si la vida me permitiera podría hacer su compendio para su posterior publicación. O al menos eso es lo que pienso cada vez que voy andando por la calle que suelo recorrer de mi casa a la universidad de forma matutina durante ya 5 años de mi vida. 

Y si, camino durante una media hora por trayecto a diario, por la Calle Cea Bermudez, luego por Jose Abascal hasta llegar al Paseo de la Castellana, un trayecto que no supera los 2 kilómetros de distancia. Lo suelo recorrer en horas de la mañana cuando la gran cantidad de gente va a sus trabajos y lo vuelvo a recorrer de vuelta sobre las 10 de la noche cuando poca gente frecuenta dicha zona, ya que no es tan residencial.

Siempre la gente suele preguntarme porque no uso el metro para dicho trayecto, y es que por poder hacerlo siempre tengo en mi bolsillo mi tarjeta para usarlo. Normalmente para hacer uso del fenomenal sistema público de transporte de Madrid existen sistemas de bonos, cantidades de pasajes o simplemente pasajes individuales. Comparada con el sistema integrado que se ha implementado en Bogotá, la situación en Madrid es paradisíaca, a lo que al transporte se refiere.

Pero, ¿Cómo fue mi primer viaje en metro en Madrid? Para ser puntual, llano y preciso: inolvidable. Y no solo en su duración, sino propiamente en su concepción. Para ser sensato la situación parece extraída de uno de los tantos textos del realismo mágico, que si se me permite es el diario vivir de muchos colombianos. Era el año 2016, yo aún me encontraba en Colombia, estaba alistando cada uno de los detalles del viaje, era consiente que esta situación cambiaría mi vida de forma diametral y que si no estaba a la altura de la circunstancias el destino me lo cobraría. De tal manera que organice el dinero que tenia para los primeros meses de vida aquí cambiando el dinero en pesos colombianos que tenia en la cuenta por euros en una casa de cambio de divisas ubicada en la calle 125 con carrera 15 cerca al centro comercial Unicentro.  

Los casas de cambio obtienen ganancias de acuerdo a las cantidades que suelen cambiar. Frente a ello uno suele pedir un presupuesto, en el cual uno dice requerir cambiar determinada cantidad de dinero en moneda local y ellos le ofertan una tasa de cambio que varia en función de los billetes que le ofrecen, algo así que le suelen dejar el cambio más beneficioso si se usan billetes de altas denominaciones. Para el caso personal todo el dinero que disponía para mi viaje lo cambie en billetes de 50 euros. Sin embargo, era consiente que no tenía ningún euro de baja denominación, tenía que tener algo en mente por si llegase a necesitar monedas o billetes manejables. Era miércoles, y era claro que mi vuelo con fecha de viernes 2 de septiembre era la fecha limite para todas mis gestiones.

Ese mismo día, en horas de la noche hable con mi papá donde le dí un reporte de la situación financiera y le deje al tanto de mis incertidumbres frente al no tener dinero de baja denominación. El me dio la recomendación de ir al centro, cerca a donde mi Abuelita tenía el local, pues calles más arriba por la avenida Jimenez a la altura de la carrera 5 hay un centro comercial dedicado al intercambio de divisas y piedras preciosas, y me hizo hincapié en ir a despedirme de mi abuelita, plan que yo no había planteado ya que el fin de semana anterior habíamos compartido como casi religiosamente hicimos durante muchos años. 

El jueves 1 de septiembre, decidí aventurarme a mi intercambio por moneda de baja de denominación. En Internet era visible las diferentes monedas y billetes que se emitían en la zona euro, así que yo imagine que podía adquirir fácilmente alguno de ellos. En mi infinita ingenuidad, creía que al ir a dichas casas de cambio podía ir a pedir 27.35 € en pesos colombianos, pues era el dinero en efectivo que llevaba, de manera utópica creía que me iban a dar el dinero que quería. No me llegó a importar si me salia más costoso, necesitaba llevar suelto o sencillo como solemos decir en Bogotá. Para ir allí era fácil, yo vivía en Modelia, solo bastaba tomar un bus que subiera por toda la avenida de la Esperanza hasta las Américas y que luego cogiera la calle 19 hasta Germania, un trayecto que solía hacer de manera recurrente.

Al bajarme en la calle 19 con carrera 5, justo en frente de lo que hoy es el rascacielos del edificio Bacata, tome la carrera 5 hacia el sur. Iba totalmente convencido, que me iban a cambiar el dinero, y mentalmente iba haciendo las cuentas de a cuantos euros podía llegar, pensaba si podía pedir determinados billetes o no. El recorrido por la carrera 5 era recurrente en mis andares por el centro, era una alternativa para no caminar por la Septima, además que me evocaba mis paseos sabatinos a recoger a mi abuelita. Por fin a la altura del Edificio de la Procuraduria logró ver el centro comercial al cual iba, estaba totalmente convencido de mi empresa, iba más convencido que nada. Al entrar al centro comercial, me surge la duda de cual tendrá la mejor oferta para el cambio. Con un simple recorrer de vista a vuelo de pájaro logró evidenciar que la diferencia de cambio era de unos cuantos pesos, por lo que me adentro en el primer local a mano derecha de la entrada principal.

Era un local de mármol gris, o al menos daba esa apariencia, como si se tratase de una lapida de cementerio, estaban ocupados, atendían 2 mujeres y un hombre de mediana edad. En un barra dispuesta para hacer cuentas, firmar y hasta contar, me puse a hacer cuentas mientras se desocupaban. En dicha barra estaba fijada una calculadora, donde se podían hacer cuentas fáciles para el intercambio, no se me ocurrió otra cosa que de acuerdo al dinero que llevaba en el bolsillo buscar la cantidad exacta de dinero que podía pedirles. Me acerque al mostrador y con una seguridad poco característica en mi le solicite al encargado que me cambiara 25 euros. El encargado me miro con cara de ingenuidad mientras que sus compañeras giraron su cabeza para buscarme los ojos y ver que tipo de gandul estaba solicitando tal barbaridad. El joven, conservando su tranquilidad me explicó que solo podía cambiarme en denominaciones de 20, 50 o 100 euros. Sin más remedio que aceptar su oferta, opte por hacer el cambio de 20 euros, y sembrandome la inquietud de si esa denominación sería la correcta ante una emergencia. 

Salí desanimado del lugar, pero al menos ya no solo llevaría billetes de 50, ahora tendría uno de 20, un alivio, quizás. Mi inseguridad me abordaba y mientras caminaba por las adoquinadas calles del eje ambiental con sentido occidente, mirando los diferentes cafeterías que se aprestan al costado norte del mismo, en donde varios habitantes de calle solían estar atentos que los abogados que suelen tener sus despachos en esa zona a la hora de almorzar les compartieran una que otra moneda, pensaba y repensaba sobre si ese dinero fuese suficiente. Cambie de acera para pasar por la plazoleta del Rosario y acercarme al local de mi abuelita, iría a saludarla y seguramente a acompañarla un ratico como solía hacer cuando pasaba después de comprar cosas de electrónica para la universidad sobre la carrera 9, trayectos recurrentes en mi época universitaria, al igual que las empanadas de la plaza de la macarena o del antiguo Caracol como le conocían algunos, aunque Caracol quedaba más hacia el oriente, nunca me preocupe de indagar porque le llamaban así, costaban mil pesos en esos días.  

Al llegar al local de mi abuelita, como normalmente lo hacía saludando a la mitad de los vendedores de la feria que ya me conocían, o al menos sabía que era uno de los tantos nietos de doña Inesita. Llegue donde ella; ella, seguramente como solía estar siempre después de almuerzo, con su plato sin acabar dejando el ultimo bocado porque ya no le cabía y con la coca cola de 350cc a medio camino, sin zapatos y viendo en su televisor la novela de turno, que de por cierto fui yo a instalarle el decodificador para la TDT. Ella regia y divina, era la única que podía tener su televisor y ver sus novelas sin problemas. Cuando me ve, se calza sus zapatos y me saluda asomandose de forma forzada por encima de la vitrina, afortunadamente con mis 183 no tenia problema en saludarle, me pregunto que como llevaba mis cosas para el viaje, si había empacado los suficientes calzoncillos y si llevaba ropa para estrenar, preguntas que todos los que conocieron a mi abuelita saben que las haría. 

La conversación fue evolucionando de tal manera que llegamos al motivo por el cual me había aventurado a cambiar 20 euros al centro. Le comenté lo que había querido hacer, la preocupación existente por no llevar dinero en suelto. Ella no me respondió, simplemente se agacho y en el mueble de cristal que tenia detrás, en la parte de abajo saco un cuaderno, en el cual tenia apuntado varios números a modo de cuentas, como una pequeña contabilidad del local y lo abrió dejando pasar las hojas de forma rápida durante unas tres o cuatro veces, hasta que dio con lo que estaba buscando, un billete de 5 euros. Un simple y comùn billete de 5 euros que ella había guardado por unos días, pues me comentaba que le había vendido unos zapatos a unos europeos y ellos se lo pagaron con euros. En ese instante pensaba que el motivo de mi ida al centro se había hecho realidad, que mi abuelita me había solucionado mi preocupación con solo rebuscar en ese cuaderno. Ella me dio el billete y me dijo: "Guárdelo como un marita, quizás lo necesite de verdad en algún momento."

Agarre mi billete y lo guarde en mi billetera, había cumplido el prometido. Mi abuela me soluciono mi preocupación y de paso me lleve un beso, un abrazo y una bendición deseándome buena suerte. Lo sabía muy bien que la vida jugo a mi favor, poniéndole a mi papá esa idea, a mi abuela ese billete y a mi en confluir con ellos. Solo bastaba subirme a ese avión, y irme a comer el mundo; pues teniendo el apoyo de esos dos y mi billete tenía todo. Al día siguiente me asegure de llevar en mi bolsillo todos mis documentos, mis carpetas con la documentación que validara mi visado de estudiante, mis euros en billetes de 50 y de 20, y en un lugar especial de mi billetera ese billete de 5 euros.

Ya estando en la salida del aeropuerto en Madrid, y después de haber pasado todo los tramites pertinentes, me encontraba con mis dos maletas y una cabeza llena de sueños e ilusiones, esta ultima la conservo pues la mantengo renovada y actualizada día tras día. Había planeado mi trayecto del aeropuerto a mi nueva casa y de tanto repetirlo me lo sabía de memoria, sin nunca haberlo recorrido: "Tomaria la linea 8 con sentido Nuevos Ministerios, me bajaría en donde terminara, luego tomaría la linea 6 hacía Guzmán el bueno, solo teniendo la estación de Cuatro Caminos de por medio, me bajaría en Guzmán el bueno y cambiaría a linea 7 con sentido a Metropolitano, e iría hasta Islas Filipinas donde tendría que preguntar donde es la calle Joaquin Maria Lopez y ahí buscar mi portal." Lo había revisado tantas veces, que sabía perfectamente donde debería cambiar de linea y cuanto tardaría, pero jamas contemplé que debía pagar el pasaje de metro. Como ese trayecto cubre más de 5 estaciones me costaría entre 1.50 y 2 euros, más los 3 euros de recargo de salir del aeropuerto. 

La suma por el trayecto costo al rededor de 4.50 euros, y surgirían dos opciones enormes: la primera era pagar con el billete de 5 euros que me había dado mi abuelita y perder la marita de la buena suerte; y la otra sería pagar con el billete de 20 euros y que la máquina me devolviera 15 euros de vueltas en solo monedas. Lo pensé, lo medité y tome la decisión que hoy considero correcta, use el billete de 5 euros. En ese momento le di mucha importancia a llegar a mi nueva casa, así que solo con saber que iba a tener muchas monedas en el bolsillo fue el determinante, y arriesgue el perder el poder que podía tener ese billete. Pero si lo veo desde otra óptica, ese billete trascendió pues paso de ser un simple billete de 5 euros a ser mi primer viaje en el sistema de transporte de Madrid, y todo gracias a mi abuelita. 

Durante los días que pase aquí y mi abuelita lo sabía, nunca comente mucho sobre esta historia, ella lo supo de forma muy puntual una que otra vez en la que hablamos. Pero cobro cierta validez, el día después que ella falleciera, pues fue una manera de evocarla y de compartir con mi papá quien fue el primero en escucharla, pues nunca antes la había compartido, esto durante una charla poco convencional que dura al rededor de 2 horas y que los dos necesitaríamos para sobrellevar la situación. 

Hoy sigo mi trascender por tierras europeas, tratando de labrarme un futuro mejor haciendo lo que me gusta y disfrutando de los placeres que la vida europea nos da vivir a nosotros los de américa del sur por estos lares. Hoy estoy totalmente convencido que esos 5 euros, fue la muestra más cercana a saber que el valor del dinero es algo totalmente subjetivo y que realmente adquiere valor por la forma como lo ganamos o por como llega a nuestras manos.   

Mi abuelita dio su paso a la inmortalidad ya hace bastantes días, pero evocarla de esta manera, y traer de los recuerdos las mil y un veces que compartimos en diferentes parajes colombianos de la mano de mi papá y de mi hermano, es quizás, si no es la mejor manera de saber que mientras nos acompaño vivimos como si fuera el ultimo momento, y se que ella disfrutó tanto como lo hicimos nosotros con ella. Sobra agregar que fue gracias a ella que yo hice mi primer viaje en metro con un billete del otro lado del mundo. 

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